Viaje al Portugal de los espías / artículo de Manuel Adolfo Martínez Pujalte*

"Los agentes alemanes solían hospedarse en el Hotel Atlántico mientras que los del bando aliado lo hacían en el Palacio, que en plena conflagración bélica era conocido como «el hotel de los murmullos"

EN RECIENTE viaje a Portugal -el quinto que realizo al país vecino- me ha permitido profundizar en la trayectoria de los Servicios de Inteligencia, un ámbito que me apasiona y del que he dejado constancia impresa en mi libro Los espías y el factor humano. La neutralidad de la nación lusa mantenida por el dictador Oliveira Salazar durante la II Guerra Mundial contribuyó de forma decisiva a que tanto Lisboa como algunos municipios próximos se convirtieran en escenarios sumamente activos del espionaje internacional.

Estoril, muy especialmente, fue un nido de espías donde tanto los agentes aliados como los de las potencias del Eje desplegaron sus habilidades, muchas veces en las mesas de su famoso casino, haciendo así todavía más excitante su ajetreada vida, pues como escribió Balzac al referirse a la labor del espionaje, «la única excitación que puede compararse con ésta es la que siente un jugador». Allí, según cuenta Ricardo Mateos en su espléndido libro Estoril: los años dorados, se dio el caso de ciertos espías que sobornaban a los crupieres para que dejasen ganar a otros espías adversarios con el objeto de conseguir tiempo para registrar sus habitaciones.

Los agentes alemanes solían hospedarse en el Hotel Atlántico mientras que los del bando aliado lo hacían en el Hotel Palacio, un lujoso establecimiento muy frecuentado también en años posteriores por monarcas y aristócratas exiliados. En plena conflagración bélica, era conocido como «el hotel de los murmullos» por la constante presencia en sus salones de espías. Dos de los agentes más conspicuos del bando aliado que tuvieron habitaciones contiguas en este mítico hotel fueron Ian Fleming y Dusan Popov. El primero, más conocido por su faceta de escritor, se inspiró en la figura del segundo, un opulento abogado yugoslavo que trabajó en el Servicio de Inteligencia británico con el código secreto 007, para crear a James Bond, su mundialmente famoso espía de ficción consagrado por el cine. La afición de Popov por acostarse con dos mujeres a la vez le hizo merecedor del apodo Trycicle. La novela de Fleming Casino Royale está inspirada en el casino de Estoril, un lugar en que tanto él como su mujeriego amigo, según cuentan los estudiosos del tema, animaban a los espías nazis a arruinarse en las mesas de bacarrá.

Cabe destacar que Popov había llegado a Portugal con la misión de introducirse en la Abwer, el servicio de espionaje del III Reich, dirigido por el célebre almirante Canaris. Precisamente en esa misma época, estuvieron en la zona, los duques de Windsor, lo que supuso, dada la manifiesta germanofilia del hermano del rey Jorge VI, un gran despliegue de los agentes de ambos bandos beligerantes. Martin Allen en su libro El rey traidor, señala que el duque se hospedó en Cascais en una hermosa mansión, propiedad del banquero portugués Ricardo do Espirito Santo, un hombre que simpatizaba con los alemanes y les pasaba información.

A partir de 1946 y hasta 1969, las hermosas localidades costeras de Estoril y Cascais, pasarían de ser escenarios de intrigas internacionales, para convertirse en privilegiados lugares de residencia de monarcas destronados y pretendientes a tronos europeos junto a lo más granado de la aristocracia y la alta burguesía del país anfitrión. Allí, en un marco paradisíaco, lleno de rutilantes eventos sociales, convivieron durante muchos años, los condes de Barcelona, los depuestos reyes Carol II de Rumanía, Humberto II de Italia, y Simeón II de Bulgaria, los condes de París, los duques de Braganza, los archiduques de Hungría y otros muchos personajes de la alta sociedad internacional.

* Manuel Adolfo Martínez Pujalte (Murcia:1946), periodista y escritor de origen rayero. Es autor del ensayo Diplomacia y literatura en España (1986); el poemario Tu corazón, la casa de mi dicha (1991); la biografía Yo, María Callas: la ópera de mi vida (1998) y Los espías y el factor humano (2004). Fue redactor, enviado especial, corresponsal en Roma y cronista político de la Transición Española en el verpetino diario Pueblo, de Madrid. Estuvo adscrito a la Oficina de Información Diplomatica (OID) y al Gabiente de Prensa de la Delegación del Gobierno de la Región de Murcia, hasta su jubilación. Como colaborador de prensa lo es asiduamente de La Opinión de Murcia, como autor de su sección Palabras y ecos, al que pertenece este artículo, publicado en este diario el cuatro de junio de 2012.

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