El fascismo simpático / artículo de Ramón Cotarelo, catedrático emérito de Ciencia Política de la UNED

MADRID (26 oct. 2015). - Han transcurrido treinta y cinco años desde que Bertram Gross publicó su famoso libro Friendly Fascism: the New Face of Power in America, pero su contenido y sus conclusiones son hoy tan vigentes como antaño. El autor caracterizaba con esta fórmula de fascismo simpático la revolución neoliberal y conservadora que arrancó en los Estados Unidos y el Reino Unido a fines de los años setenta y se consolidó en los ochenta durante los mandatos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

La teoría económica de matriz neoclásica, monetarista, centrada en la oferta, desreguladora, enemiga del consenso del Estado del bienestar se llamó Reaganomics en los EEUU y Thatcherism en el RU. Y está perfectamente retratada en esta expresión del "fascismo simpático". ¿Algo más simpático que un actor mediocre de westerns y una dama rígidamente metodista, hija de un tendero? Simpáticos y, en el fondo, fascistas.

Los discursos dogmáticos y rimbombantes del fascismo con su fe en el heroísmo, la pelea, la rivalidad, la conquista y el triunfo, se convierten aquí en las monsergas sobre el espíritu empresarial, la libre competencia, la supervivencia de los mejores, el éxito, el individualismo y la libertad.

En España es lo mismo. La dicharachera Esperanza Aguirre con sus tonterías sobre el mercado libre y la libertad de los agentes suena igual que los discursos de José Antonio Primo de Rivera, y está muy cercana al Rivera actual, razón por la cual le gustaría que desapareciera porque lo ve como un rival peligroso en su mismo pastizal.

En teoría, entre el fascismo de siempre y el fascismo simpático hay una gran diferencia de actitud en cuanto al Estado, pero no es así. Es cierto que los neoliberales españoles abominan del Estado y tratan de reducirlo a su mínima expresión, descapitalizándolo, dejándolo sin servicios públicos para decir después que no funcionan para suprimirlos o privatizarlos. Pero luego viven todos de parasitar el Estado. Esperanza Aguirre no ha trabajado casi nunca en la empresa privada pues lleva toda su vida en cargos públicos, cobrando del erario, como Rajoy o Báñez; o bien de los fondos de la Gürtel, también como Rajoy y otros. Además, también tiene estupendamente colocada en puestos públicos a casi toda su familia. Y, como élla, docenas, cientos de cargos del PP. Hablan mal del Estado, pero viven de parasitarlo.

Lo mismo sucederá llegado el momento con C's. El talante fascista de nuevo cuño, simpático, es evidente en todo cuanto hace y dice Rivera. España no se toca; la Iglesia, menos; la Corona, ni te cuento. Las corridas de toros son una tradición artística y cultural que es preciso preservar frente a la antiespaña, siempre al acecho. Hay que favorecer la industria, lo que quiere decir el capital, reducir los derechos laborales de la gente a la nada y permitir que la exploten hasta recuperar la tasa de beneficio en detrimento de los trabajadores.

El fascismo simpático se presenta con ademanes juveniles, renovadores, partícipe en esa moda de exigir relevos generacionales en todas partes, como si el hecho de ser menor de cuarenta años diera más luces a cualquiera. Tiene asimismo el consabido respeto por la jerarquía, la disciplina y la teórica entrega a una causa. Pero, si se escarba un poco, sale el viejo dogmatismo hispánico. Y lo que sale siempre también es la demagogia de un populismo trivial que habla a los sentimientos de la gente para engañarla mejor.

¿Basta con pedir perdón? Le ha costado ocho años porque el chico no es muy rápido pero, desde que se convirtió al catolicismo en 2007, Blair debe de haber aprendido ya el truco de la casa: no importa lo que hagas, a cuanta gente asesines, cuánto robes, destruyas, cuánto daño hagas, cuánto mientas y cuán canalla seas. Te arrepientes, dices tus pecados a un confesor, cumples la penitencia (que suelen ser unos avemarías) y quedas limpio de polvo y paja, con la conciencia como una patena y listo para empezar una nueva tanda de canalladas.


Blair sostiene que la segunda guerra del Irak fue un "error" producto de unas informaciones "falsas" que Bush y él habían recibido. De ser así, no se entiende por qué pide perdón. No se pide perdón por los errores, porque se supone que son involuntarios. Cuando son voluntarios ya no son errores sino faltas, delitos y, en este caso concreto, crímenes y crímenes contra la humanidad.

Y no, no basta con pedir perdón cuando se ha sido la causa de la destrucción de ciudades enteras, de la muerte de cientos de miles de personas, de la tortura de prisioneros. No basta con pedir perdón: hay que expiar, pagar por los crímenes cometidos.

Todos cuantos nos manifestamos una y otra vez en contra de aquella guerra ilegal propia de piratas, estábamos seguros de que era cosa decidida entre los dos mandatarios, Bush y Blair, que se llevaron a Aznar de perro faldero para que no pareciera una aventura de una pareja de matones.

Era cosa decidida sobre la base de informaciones falsas que los dos sabían que eran falsas. Los veíamos mentir como lo que son, bellacos, que utilizaban y manipulaban todos los medios para llevar adelante su empresa de delincuentes internacionales de invadir un país, asesinar a sus gentes, robar sus recursos.

Ellos también lo sabían. Lo de las armas químicas y otros asuntos eran puras patrañas para disimular aquella agresión que ha traído las catastróficas consecuencias que hoy padecemos.

No basta con pedir perdón, como el que tira un florero al pasar. Bush, Blair y su lacayo español deben comparecer ante un tribunal internacional de justicia para responder por sus crímenes.

El mindundi español que estaba en las Azores de palanganero debe seguir los pasos de su amigo Blair y redoblados. Debe pedir perdón por embarcar al mundo en aquella guerra criminal y pedir perdón a los españoles por haber intentado engañarlos permanentemente.

Todas estas catástrofes actuales del Estado islámico y cosas así caen directamente sobre las espaldas de estos piratas internacionales. En el caso del español, también caen sobre sus espaldas los 200 muertos y casi mil heridos de los atentados de Atocha.

Aunque Aznar y su tropa de sicarios en los medios estuvieron años manteniendo la teoría de la responsabilidad de ETA en los atentados, ese mismo inverosímil empeño era la prueba de su responsabilidad directa en los desastres.

Aznar probablemente duerme tranquilo porque los tarugos no tienen conciencia. Pero para el futuro el asunto está ya zanjado: un criminal que participó en una de las mayores barbaridades de la historia causando muerte y miseria a cientos de miles de personas solo para satisfacer su ego y sus ansias de poder y enriquecimiento. Y si, además de juzgarlo la historia, también lo juzga un tribunal de justicia, miel sobre hojuelas.

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