Valcárcel y los atormentados / por Patricio Hernández

ME ATORMENTA finalizar una etapa y decir: "Yo quería dar un giro de 180 grados y ha sido de 360. Pero no se han perdido diecisiete años". Estas son las palabras de Valcárcel publicadas en el diario La Verdad, del 16 de diciembre pasado. El hombre que ha dispuesto del mayor poder y responsabilidad, que ha conseguido el más amplio apoyo popular conocido en democracia en España, parece que flaquea y duda en una alarde de humana sinceridad.

Lo dice en un momento en que vuelve intensamente la sensación de final de ciclo, de que –aun sin elecciones a la vista y a pesar de la crónica debilidad de la oposición- se impone la idea de que esto no da más de sí, que hemos entrado en la fase agónica y no cabe ya reinvención de un proyecto definitivamente agotado. La commedia è finita.

Se han acumulado demasiados signos inequívocos: los mazazos judiciales a la legislación urbanística regional que descomponen la trama legal del ciclo especulativo del ladrillo; la intervención práctica del último actor financiero regional que ha protagonizado este periodo (Cajamurcia, ahora BMN, y antes lo fue la CAM); las evidencias sobre la extensión sistémica de la corrupción política que ha acompañado la burbuja inmobiliaria y la imposibilidad del PP de separarse como partido de ella (como ha resuelto la Audiencia Provincial al señalar que podría incluso exigírsele responsabilidad por la mala elección de alcaldes y falta de vigilancia de su actuación); las dificultades objetivas que dilatan o bloquean la mayor parte de los macroproyectos regionales que eran el "arma final" de las esperanzas del gobierno (ilegalizada Marina de Cope; impotentes para desbloquear el aeropuerto de Corvera; frustrado Contentpolis; retrasada otra vez la regeneración de Portman; sin financiación para el parque Paramount; lentitud e incertidumbre sobre el macropuerto de El Gorguel; o pobres expectativas sobre la inconcreta llegada de ese tren clasista que es el AVE; etc.); y la renuncia a obtener resultados en los dos asuntos que han constituido el alma del discurso regional del PP y su seña de identidad reivindicativa (y victimista) ante el gobierno de Madrid: la mejora de la financiación regional y la llegada de agua a través de nuevos trasvases.

Pero es sobre todo los efectos de la crisis y las políticas que se plantean para afrontarla las que están erosionando muy fuertemente el apoyo social y electoral a Valcárcel y su partido, como empiezan a señalar las encuestas que apuntan hacia ese fin de ciclo (como ese 60% de los murcianos -encuesta de CSA Consultores- que quiere que Valcárcel se vaya cuanto antes).

Porque frente al pobre balance del período que presentan los voceros del gobierno -apenas una referencia exageradamente optimista a la construcción de infraestructuras terrestres (carreteras y autovías) y mejoras en instalaciones sanitarias- se impone dramáticamente el abismo social que ha abierto la crisis y las políticas de ajuste que la están profundizando.

Es el paro masivo, la extensión acelerada de la pobreza y la precarización general de la vida de los ciudadanos, unido a los recortes de todos los niveles de gobierno que implica importantes reducciones de los salarios directos pero también de los indirectos (el salario social que suponen las prestaciones y los servicios públicos gratuitos, ahora suprimidos o sujetos a pago), junto a la convicción extendida de que los sacrificios de la crisis están injustamente repartidos, los que pesan sobre la conciencia popular y están arruinando el crédito del PP.

Es aquí donde hay que buscar a los auténticos atormentados de la región -que no son Valcárcel ni los dirigentes del PP murciano-, entre las víctimas regionales de una crisis que aquí es más grave por la dependencia del monocultivo del ladrillo de estos años. Son una parte muy importante de los habitantes de la región que están siendo empujados a situaciones imposibles que cada vez están más cerca de provocar un auténtico estallido social.

Estamos hablando de los 215.600 parados de la EPA regional (cuando llegó Valcárcel al gobierno en 1995, en otra crisis, eran 98.300); de las 77.000 familias con todos sus miembros en paro; del 35,9% de población de la región que está en riesgo de pobreza y exclusión (530.000 personas según el indicador europeo AROPE); de casi la mitad de los murcianos (47,7%) que viven en situación de precariedad (familias cuyos ingresos en su conjunto son iguales o inferiores a 12.000 euros brutos al año, según los cálculos de Gestha); de las familias en procedimiento de desahucio que no paran de crecer y que sólo en los primeros nueve meses de este año eran ya 865; de la mitad de los jóvenes activos sin empleo; de las bajas pensiones regionales que ahora soportan cargas familiares; etc.

Queda una última burbuja por pinchar, que es política, y ya se está desinflando. Porque lo que los murcianos necesitamos es creer en un nuevo posible y ese no puede venir de la mano de los que nos han traído hasta aquí y nos han arrebatado cualquier confianza en el futuro. Han sido muchos, pero entre ellos tiene la más alta responsabilidad el partido que recibió el mayor caudal de esperanza otorgado a nadie en la región y que ha defraudado por completo.

Patricio Hernández es presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia.

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