El 31B, el castigo de los vecinos de Alquerías

ALQUERÍAS, Murcia / Amine Ikibi (25 feb. 2011). - Son las 8.15 horas de la mañana, tras prepararme psicológicamente de que me hacen falta dos horas para llegar a la Universidad, bajo a la parada de la Plaza de la Oliva, situada en el corazón de Alquerías, una pedanía a tan solo diez kilómetros del centro de Murcia y a veinte del Campus de Espinardo.

Para desplazarse al núcleo de la ciudad, los vecinos de Alquerías tienen que esperar un autobús que pasa cada hora, para luego tardar unos cincuenta minutos para llegar a la Gran Vía.

Las personas que suelen coger este autobús están acostumbradas a que en horas punta (las 8, 9, 12, 13, 20 y 21 horas) hagan un viaje propio del tercer mundo, ya que los viajeros ni siquiera encuentran hueco en la barra donde sujetarse, y en ellos viajan personas mayores, niños, padres y madres con su bebé en el carricoche, que se quedan de pie después de haber pagado un billete que cuesta 1,35 euros.

Esto es una clara discriminación entre los habitantes del centro y los de las pedanías.

La mayoría de los murcianos se preguntan si es realmente necesario equipar las paradas con un aparato Bluetooth, o enviar un SMS para saber qué autobus viene, mientras el servicio de transporte público es insuficiente, o mientras en muchos casos las personas ciegas tienen que preguntar dónde están porque los altavoces del autobús no funcionan.

Muchos murcianos que utilizan el autobús para desplazarse se preguntan: ¿Quién tiene la culpa de todo esto? Algunos dicen que la responsable es la empresa Latbus, mientras otros opinan que el responsable es el Ayuntamiento de Murcia.

Desde luego, con el ayuntamiento es inútil hablar porque como dice en una de sus últimas campañas: "Murcia está entre las mejores ciudades españolas para vivir, trabajar, y hacer negocios". ¡No le echemos la culpa!, pues el señor alcalde Cámara dudo que haya tenido la oportunidad en montar en el 31B.