La degradación del paisaje cultural de la huerta / por Esther Heguedas*

HACE un año, el Consejo de Hombres Buenos de Murcia pasó a formar parte de la lista de patrimonio inmaterial a preservar que promueve la UNESCO. Con este nombramiento se reconocía el buen hacer de siglos de una institución que recopilaba toda la sabiduría popular en cuanto al uso y gestión del agua. Sin embargo hay que recordar que la protección no sólo afecta a la propia institución y sus usos tradicionales sino también a los elementos materiales sobre los que ese patrimonio inmaterial se apoya y que, en este caso, son todos los elementos del paisaje cultural huertano: la propia huerta, sus ecosistemas asociados y los elementos de la red de regadío tradicional como acequias, molinos, norias...

Este reconocimiento internacional tendría que haber provocado un cambio en cuanto a la forma en que se protege este patrimonio por parte de aquellos a quienes compete: La Junta de Hacendados y las instituciones locales y autonómicas. Se podría empezar por revisar el Plan General de Murcia, que cediendo a los intereses especulativos, recalificó por encima de las necesidades reales de la población millones de hectáreas de huerta, convirtiendo el fértil vergel que constituía la seña de identidad más importante de Murcia en un montón de solares improductivos.

También debería de dar lugar al cumplimiento de las medidas incluidas en el plan estratégico de salvaguarda y promoción que estas instituciones firmaron cuando presentaron la candidatura. Este proyecto incluía acciones concretas, plazos y financiación para proteger la red de riego y recuperar los paisajes así como para rehabilitar algunos de nuestros monumentos más emblemáticos como las norias de La Ñora y Alcantarilla, el Acueducto de la Rambla de las Zorreras y el Puente de las Pilas.

Sin embargo, poco ha cambiado. Al derribo del Molino de Oliver y a las lamentables actuaciones en el entorno arqueológico del Molino de Batán se han sumado este año la intervención ilegal en la Rueda de la Ñora, el entubamiento de la acequia Aljufía junto al Molino del Amor y el entubamiento indiscriminado de otras muchas acequias para favorecer los intereses urbanísticos particulares mientras la Junta de Hacendados hace caja.

Como la declaración de BIC de la red de acequias supondría en la práctica poner trabas administrativas a unas operaciones por las que se obtienen importantes beneficios no siguió adelante.

Tales irregularidades han llevado al presidente de la Junta a visitar los juzgados en varias ocasiones. Sin embargo las administraciones local y autonómica siguen mirando hacia otro lado, cuando no amparan y dan cobertura a sus acciones. La reciente actuación de la Consejería de Cultura en la Rueda de La Ñora es un ejemplo claro de ello: en lugar de paralizar unas obras que se estaban realizando sin tener los permisos correspondientes, los responsables de velar por nuestro patrimonio a nivel autonómico han puesto en marcha todos sus medios para solventar la irregularidad resolviendo un expediente en un plazo tan breve que incluso han firmado un informe favorable con fecha anterior a la recepción de la documentación sobre la que debían informar.

Pero ya sabemos todos que esto de la huerta, el patrimonio, la cultura tradicional, no es moderno, por lo tanto no puede ser objetivo prioritario de una consejería tan
cool como la que nos ha tocado. Con tales protectores mucho nos tememos que dentro de unos años si queremos que nuestros hijos conozcan lo que fue la huerta tengamos que ir a buscarla en la recreación que de algún parque temático.

Esther Herguedas es concejal de IU en Murcia.

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