La Raya en el segundo Mapa de la Huerta de Murcia, trazado por Pablo del Villar (1809), en la Guerra de la Independencia

Mapa de la Huerta de Murcia de Pablo del Villar (1809).
Detalle de La Raya en el Plano de Pablo Villar (1809). Pinchar para ampliarlo.

LA RAYA, Murcia (3 feb. 2015). - La conmemoración del segundo bicentenario de la Guerra de la Independencia (1808-1814) nos ha legado el hallazgo de 1.622 documentos, en su mayor parte, mapas, planos o cartas náuticas, que formó parte de la actividad cartográfica desarrollada por los ejércitos españoles en aquel sexenio. Forman parte del patrimonio histórico español, están depositados en el Ministerio de Defensa y han sido hechos públicos a través de una monografía, acompañada de un disco electrónico, y su web. Más de medio centenar de esos documentos corresponden al antiguo Reino Murcia, siete de estos, a su capital y alfoz. Uno de ellos es un plano de la Huerta de Murcia, singular por su gran descripción y belleza, firmado y rubricado por su autor, el ayudante de construcción (ingeniero) Pablo del Villar, en 1809, en el que aparece referenciado el actual pueblo de La Raya y su entorno, como parte sustancial de ese espacio geográfico.

La cartografía (representación gráfica geográfica) tiene un valor documental de referencia para el conocimiento de los territorios, la evolución de su paisaje o el desarrollo de actividades diversas, como son los caminos o cursos fluviales, entre otras. En este caso se trata de documentos manuscritos, y el de la Huerta de Murcia del que damos razón aquí está trazado a plumilla en tintas negra y carmín y coloreado a la acuarela verde, carmín, gris, siena y amarillo. Aparecen indicadas con sus nombres las acequias, los caminos, los principales núcleos de población y sus singulares edificaciones, entre ellas los molinos, así como puentes o arbolado.

Quiero cumplir aquí lo que me había prometido traer con motivo del bicentenario de la que en un principio se denominó "heroica" Guerra de España contra Napoleón e, incluso, se la tildó de "revolución", pero que en el Trienio Liberal (1820-1823) ya empezó a dársele el nombre de Guerra de la Independencia, quedando aceptada definitivamente esta acepción en la obra de José Muñoz Maldonado, de 1833, y que corresponde al sexenio 1808-1814, es decir, al periodo de invasión de España por parte de las tropas imperiales napoleónicas, que coincidirá con el primer periodo constitucional español y el inicio de su historia contemporánea. Y hacerlo para dar cuenta de este nuevo mapa (el segundo de la Huerta de Murcia, tras el de 1721, del que dimos cuenta anteriormente), en donde aparece indicado el topónimo del lugar de La Raya, nombre de una de las pedanías murcianas, que, desde mediados del siglo dieciocho, el Concejo de Murcia le había dado -para la correspondiente administración municipal del cobro de tributos- el término de "diputación" o "partido rural".

El núcleo de población está identificado de forma inequívoca tal como lo conocemos: La Raya, y no con ninguna otra grafía con el que podía serlo, como podían ser los casos Raia o Raya a secas, sin el artículo determinado. Es más, el trazado de sus principales calles y manzanas nos puede parecer casi exacto a como podría serlo en aquel momento.

Aparece delineado, claro es, el río Segura, que divide el valle en dos, con sus entonces meandros, y las acequias del singular y milenario sistema hidráulico de la huerta murciana, aunque no especifica el nombre de todas ellas, como es el caso de la conocida como Raya, Alfox o Puxmarina (más adelante se puede entender por qué no lo indica), pero sí identifica el brazal que señala a la izquierda del molino junto al camino que hoy conocemos de la Media Legua o Nonduermas, que aparece con el nombre Las Herreras. Aparece también indicado el Brazal de Seca (en la actual pedanía de Rincón de Seca), que es otra de las derivaciones en las que se divide la citada acequia menor de Puxmarina. En el caso concreto del citado molino rayero, que fue destruido hace unos quince años, no especifica su nombre, pero si se lo da al que hemos conocido como Molino del Batán, denominándolo Molino del Vizconde de Huertas, bajo el cual discurre la denominada Azequia Benavía, que nace, en la pedanía de Puebla de Soto, de la mayor de Barreras, junto al Molino de los Abades; así como la acequia Menjalaco.

A lo que se viene conociendo como El Soto de La Raya recibe en el mapa el nombre de Rincón de la Maroma. (¿Se refiere este nombre a la existencia en algún momento de un paso del río a través de barca?). Asimismo identifica lo que podían ser tres casas o caseríos en torno a la citada Benavía y el Molino de Vizconde, dos de ellos denominados con los nombres Sánchez y Ramiro, respectivamente, que deberían corresponder en algún momento a los propietarios de los mismos. No se indica en el entorno de La Raya ninguna otra edificación, como podría ser la del caserío de La Escudera, conocida también como La Boquera, lugar donde nace la acequia Puxmarina. Aparece, como una anotación posterior a la realización del mapa y trazada con lápiz negro, una Senda de los Avades [?], que saliendo de La Raya, cruza Barreras (pero sin puente) hasta dirigirse al citado Molino de los Abades, pasando por una casa o caserío denominado Mayorazgo y otro molino sin identificar. También junto al de los Abades, aparece identificado un segundo Molino de la Puebla, así como otro en la acequia Santarén, que aunque no está identificada, si está trazada, indicando el lugar de La Puebla a la derecha y nombrando El Barrio, junto a la de Barreras.

Los trazados de los principales caminos que cruzan la huerta es otro de los elementos importantes del mapa. Si nos atenemos a los que saliendo de la ciudad se dirigen hacia el sur, podemos observar con detalle la larga y recta carretera que, desde la Iglesia del Carmen había sido trazada hasta El Palmar o Lugar de Don Juan a finales del siglo dieciocho, pero no la también larga que desde El Rollo sería también de nuevo trazada hasta Alcantarilla, con un vértice en Nonduermas, y que se construiría medio siglo después a la vez que el trazado del ferrocarril, conociéndose como Carretera de Granada.

Cruzando el puente de piedra (Puente Viejo) y en torno al Barrio del Carmen y lo que conocemos hoy como Calle Cartagena varios eran los caminos que salían de la ciudad hacia las poblaciones situadas en la margen derecha del Segura. Observamos, pues, que el primer camino trazado hacia Alcantarilla y que pasa por las poblaciones de La Raya y Puebla de Soto (antiguo Camino Real de Andalucía), nace a la altura que se conoce como El Rollo, para unirse a otro camino procedente de la reciente carretera de El Palmar. Ese camino, que es el que va más pegado al curso del río Segura, cruzará en poco espacio hasta tres acequias sobre sus respectivos puentes, siendo la Herrera la última, poco antes de que el camino vaya a dividirse en dos. (De estas acequias y puentes ya dio cuenta el historiador murciano Juan Torres Fontes al referirse a los caminos medievales de la huerta de Murcia).

El camino más al sur es el Camino Badén, el que va más pegado al río cruzará a través de otro puente la acequia Almohajar, para antes de llegar a lo que conocemos como Funes, encontrarse con los Molinos de Rocafull y de Riquelme, respectivamente, y cruzar, también a través del correspondiente puente, la acequia Albadel. En este punto neurálgico de Funes, donde se une esta última acequia con la Puxmarina y la de Albalate, el camino se divide, de nuevo, en dos. Uno se dirigirá hacia Era Alta, pero el otro, con el nombre de Camino de Alcantarilla es lo que se conoce como Reguerón o Camino Hondo (de cuya historia ya dimos cuenta anteriormente), que tendrá que cruzar, asimismo por un puente, la acequia de Don Pedro, la otra hijuela de la Puxmarina, que también corre paralela hasta el molino de Funes y la zona de Pedriñanes (cuyo antropónimo también aparece indicado en el mapa).

A este Camino de Alcantarilla se unirá el procedente de Era Alta para continuar sobre un tramo de lo que es hoy Camino de La Raya, para pronto dividirse de nuevo en dos. Lo que hoy se sigue conociendo como Camino Hondo o Reguerón tendrá en el mapa el nombre de Camino de Alcantarilla hasta que adopte el nombre de Camino de Buznegra, y al señalar éste aparece otra anotación a lápiz que indica: "Hondo". El que sigue hacia La Raya, será el viejo Camino Real de Andalucía, que cruzará a través de sus respectivos puentes, las acequias Puxmarina, Benavía y Santarén, así como la de Barreras, a través del Puente de las Pilas (el puente romano considerado uno de los restos arqueológicos más antiguos de Alcantarilla), y seguidamente las acequias Dava y Turbedal, antes de cruzar por el centro la villa de Alcantarilla, rumbo a Librilla, Totana... y Granada.

Es precisamente lo conocido como Camino Hondo o Reguerón (que en el mapa aparece con la anotación a lápiz, probablemente posterior, de camino "hondo de Alcantarilla") donde fueron levantadas numerosas atochadas para hacer frente al ejército imperial napoleónico procedente del Reino de Granada. Una de ellas, denominada Atochada grande, exactamente en la unión del Camino Hondo y el actual camino de Nonduermas a La Raya. Abajo y a la izquierda de esta intersección se identifica un edificio con el nombre Colegio de la Concepción (se trata de un edificio del que no hemos obtenido por el momento ningún dato, pero que podría ser uno que se encontraba junto al Camino Hondo y podría ser el que no hace muchos años fue destruido por un industrial del automóvil).

Asimismo, cabe reseñar las edificaciones diseminadas de la huerta que el autor del mapa identifica como Castillo. En un principio se podría pensar que se trata de viviendas que reciben el nombre de este antropónimo, pero su abultada repetición nos puede hacer pensar que puede tratarse también de casas-torre medievales de la huerta, y que en esa época se las identificara así.

Otro elemento significativo del mapa son las notas al pie del mismo, y en la que hace referencia a la letra E, indica "las aguas en la azequia de Barreras", y en la letra F indica "ynundación en la azequia de La Ralla". Entendemos así que no fuera levantada ninguna atochada en el tramo del antiguo Camino Real de Andalucía desde La Raya, pasando Puebla de Soto, hasta Alcantarilla, pues sendos puntos de los cauces de la acequia Barreras y de su hijuela Alfox fueron los elegidos para la inundación de esa principal vía de acceso a la capital, así como toda la zona del entorno de ambas acequias, pues el documento cartográfico del ejército español lleva el título: Plano que manifiesta la Huerta de Murcia, para ynundarla caso de ser amenazada de Imbación la Capital, pr. ls. enemigs. Tanto este mapa como los demás referidos a la huerta y ciudad de Murcia que fueron levantados en aquel periodo incluyeron las obras de defensa llevadas a cabo por el ejército español para hacer frente a la invasión de las tropas napoleónicas.

Para darnos cuenta un poco de la situación de Murcia y su alfoz en ese periodo histórico, diremos que cinco meses antes de que Villar levantara este mapa, por mandato de la Junta Suprema del Reino, se habían fijado bandos en la ciudad anunciando que serían premiados con 40 reales cuantos vecinos presentasen un fusil en la Casa Consistorial, y al que lo retuviese u ocultase sin presentarlo en el plazo de tres días se le impondría la pena de doscientos azotes. Ese año de 1809 serían llamados al servicio militar todos los mozos, sin distinción, salvo los impedidos físicamente. De aquí la falta de fusiles y de que se restableciese el uso de la honda, dardos y picas. Había ocupados a la sazón millares de obreros en la construcción de defensas, como fosos o baluartes, tal como así lo expresará Frutos Baeza en su libro póstumo, en 1934.

Murcia había experimentado una próspera economía en el denominado siglo de las luces, pero nada más comenzar la nueva centuria del ochocientos había sufrido los azotes de terribles sequías, seguidas de inundaciones, nevadas y grandes epidemias, que dejaron tanto a la ciudad como a la huerta sumidas en el hambre. Los últimos años del siglo dieciocho habían sido de sequía, situación de penuria a la que se sumaba el agobio de los tributos que exigía la Corona, lo que hacía casi imposible la vida, sobre todo de las clases humildes. Como legión de mendigos, los huertanos y campesinos se refugiaban en la ciudad pidiendo un mendrugo de pan. El hambre y la miseria se agudizarían en 1802. El cuatro de enero de ese año cayó una copiosa nevada, lo que originó que se encarecieran como nunca las subsistencias y, sobre todo, de nuevo el pan. De enero a abril apenas dejó de llover un día, lo que hizo imposible las labores agrícolas, y a finales de ese último mes se rompió, de nuevo, la contención del Pantano de Puentes (Lorca), lo que produjo la consiguiente inundación de los ríos Sangonera y Segura. Entre sus consecuencias, del poblado de La Voz Negra sólo quedó en pie la iglesia, catorce muertos se registraron en Alcantarilla y la mitad de la cosecha de la seda se perdió. El encharcamiento de las aguas y el limo pestilente causaría una epidemia de fiebres tercianas.

Junto al estado misérrimo de las clases humildes y la falta de ocupación de braceros y jornaleros, en 1803 se habían llegado a montar "cordones sanitarios" ante la amenaza de fiebre amarilla, que ya estaba causando estragos en Málaga, por lo que muchas entradas a la ciudad de Murcia fueron tapiadas y controlados los demás accesos. Al año siguiente, Cartagena sufrirá ya la desolación a causa de esa peste. La miseria se agudizaría aún más, aunque en 1805 se empezó a notar alguna mejoría. Esa situación era la que vivía la población murciana cuando las trompas imperiales napoleónicas invadieron España.

Se ha calculado que, en 1809, la ciudad de Murcia debía estar habitada por unas 45.062 almas y su huerta, por otras 41.489, lo que daba un total de 86.551 habitantes en todo el municipio. La Raya debía contar con unos 800 vecinos; Puebla de Soto, 515; Nonduermas, 750; Rincón de Seca, 695; Era Alta, 2.225 o El Palmar 2.225 vecinos.

El Reino de Murcia se convirtió pronto en un territorio estratégico para el paso de tropas, armas y víveres en dirección a los frentes de Andalucía y Levante. Su capital y huerta sufrieron durante este sexenio dos invasiones desde el antiguo Reino de Granada, y entre medias, un intento de invasión, que fue repelido en la zona de Alcantarilla y Puebla de Soto y fue el momento en que fue inundada la zona entre esa pedanía y la de La Raya.

La guerra llegaría a la ciudad, en cuyo alfoz se encuentra La Raya, fundada como señorío por Rodrigo de Puxmarín en el siglo XVI, el 23 de abril de 1810. Las tropas invasoras eran dueñas entonces de casi toda Andalucía, a excepción de la isla gaditana, y el mariscal Horacio Sebastiani (1772-1851), cuyas fuerzas ocupaban Jaén, Almería, Granada, Guadix y Baza, llevaría a cabo una expedición desde el Reino de Granada hasta la ciudad de Murcia, penetrando con sus tropas por Baza y Lorca. Ante su inminente llegada, la mayor parte de los vecinos de "más cuenta" y las autoridades de la capital huyeron el día anterior. Las tropas de Sebastianai alcanzaron la ciudad de Murcia la tarde de ese 23 de abril, sin hallar resistencia alguna. El día 25, el general francés salió en dirección a Lorca, desapareciendo el último rastro de sus tropas en este reino el día 26, indicando alguna fuente que hostigadas por la guerrilla. Tras la marcha de los invasores ocurrió un hecho lamentable y vergonzoso. No faltó quien azuzara al populacho a cometer un horrendo crimen en la persona del regidor decano Joaquín Elgueta, al que asesinaron.

Tras haber sido llamado, en enero de 1810, el general malagueño de origen irlandés Joaquín Blake (1759-1827) a organizar el Ejército del Centro, que se compondría de 14.000 infantes, 1.800 jinetes y catorce piezas de artillería, lo distribuyó entre Alicante, Elche, Orihuela, Cartagena, Murcia y sus contornos. Blake había propuesto previamente la creación del Cuerpo de Estado Mayor, para que coordinase las operaciones y cartografía militares, y como general en jefe de dicho Ejército del Centro llegará a Murcia el 3 de agosto de 1810, en donde fijará aquí su cuartel general.

Las tropas de Blake ocuparon entonces los puntos de Algezares, La Alberca y lugar de Don Juan (El Palmar), trasladándolo después a Alcantarilla con la 5ª División (infantería), compuesta de 2.422 hombres, permaneciendo la reserva en la capital. Por su parte, el mariscal de campo Francisco Javier Elío, al mando de la 1ª División de Infantería, tras verificar Lorca y llegar a Alcantarilla, salió hacia el lugar de Don Juan, mientras que la 3ª División de Caballería se situó desde este punto hasta el de La Ñora, "de suerte que el lugar de Don Juan formaba la izquierda de la línea, y por esto se fortificó su posición cerrando sus calles, habilitando las tapias esteriores, y abriendo una cortadura que unia la acequia de Turdebal con el malecon", según el relato de Muñoz Maldonado (1833).

Añade el Conde de Fabraquer que la 1ª División ocupará el centro de la línea sobre Alcantarilla y el camino real de Lorca, y la 5ª División, con su cuartel general ahora en La Ñora guarnecerá Javalí Viejo "y los demás puntos circunvecinos de alguna importancia". Por su parte, la artillería, compuesta de seis piezas de varios calibres, se situó en el convento de San Gerónimo, "edificio fuerte por sí, y cercano a las tropas".

Las fuerzas de Blake no tardaron en llamar la atención de Sebastiani, y con el propósito de destruir el naciente ejército español del Centro, el general francés salió el 18 de agosto de 1810 con unos 10.000 hombres y 17 piezas de artillería rumbo al reino de Murcia. La caballería española al mando del sevillano Manuel Freire (1767-1835) y apostada en la frontera del reino de Granada en torno a Huéscar se fue replegando con mucho orden y destreza ante la aproximación del ejército napoleónico.

Mientras la caballería española ocupaba Lorca, las tropas imperiales penetrarán de nuevo por Puerto Lumbreras y atacarán por el Camino Real (de Andalucía) a "nuestras descubiertas, haciéndolas retroceder hasta el puente de una acequia distante media legua escasa de aquella ciudad, donde una gran guardia, unida á las guerrillas y sostenida de un escuadron de Carabineros Reales, las rechazó hasta que se reunieron con el grueso de sus columnas que venian en alcance de los españoles. La caballería al mando del General Freire salió de Lorca, y á la salida de los olivares del camino de Totana formó en escalones. Los enemigos avanzaban con recelo y siempre contenidos por nuestras guerrillas, hasta que á la entrada en Lorca se arrojaron sable en mano sobre ellas y las hicieron retroceder; mas al llegar al rio se encontraron con una línea de tiradores que les disputaron el paso, y los contuvieron hasta que llegando el grueso de sus columnas, rompieron é hicieron replegar á los tiradores hasta los olivares donde empezaban los escalones. La retirada se efectuó con todo orden, y los franceses no pasaron de los olivares de Lorca. Las guerrillas y gran guardia de Carabineros Reales hicieron en este día prodigios de valor". Aún así, el ejército de Sebastiani avanzó confiadamente hasta Librilla, a unas cuatro leguas de la capital murciana, desde cuyo punto practicó varios reconocimientos el 26 de agosto con ánimo de atacar al ejército español.

Blake estaba informado de los intentos de Sebastiani y se preparaba para hacerle frente, reforzando las defensas militares y agrupando la mayor parte de sus tropas en la huerta de Murcia, además de entregar armas al pueblo y tener preparada la inundación de la huerta. El militar español permanecía con su cuartel general en Murcia y, entretanto, según el relato de Muñoz Maldonado, "fortificaba esta ciudad con reductos y algunas otras obras ligeras que permitia la premura del tiempo, disponia partidas y retenes de paisanos que cooperasen armados á la defensa de la capital, guardasen sus puertas, y cooperasen al sostén de los puntos atacados. Empezóse á inundar la huerta, reservando solo los caminos precisos para la comunicación de las tropas españolas".

Las tropas españolas quedaron distribuidas entonces del modo siguiente: En la derecha, en Añora (La Ñora), se apostó la 5ª División, al mando del brigadier también de origen irlandés Juan Creagh de Lacy, y, tras ella, un batallón guarnecía el Monasterio de los Jerónimos, teniendo aposteros por la izquierda hasta el río Segura. A la izquierda, en el Lugar de Don Juan (El Palmar), estaban apostadas las tropas (3ª División de infantería) al mando del brigadier José Antonio Sanz. Y en el centro, en La Puebla (Puebla de Soto), cerca de Alcantarilla, fueron apostadas cuatro piezas de artillería de la 1ª División, al mando del general Francisco Javier Elío, que enlazaba con la izquierda por medio de un molino aspillerado y una batería construida en una acequia.

El 28 de agosto, viendo Sebastiani la firme actitud y las excelentes posiciones que ocupaban los españoles juzgó más prudente retroceder a Totana y luego a Lorca. Desde aquí, los milicianos lorquinos hostigarán la retirada definitiva del ejército napoleónico hasta sus anteriores acantonamientos en el Reino de Granada, sin haber conseguido otra cosa que fatigar inútilmente a sus soldados, haciéndoles marchar cerca de cien leguas en estación tan calurosa.

La segunda invasión de las tropas imperiales francesas en la huerta y capital murciana se producirá el 25 de enero de 1812. Desde Totana se internaron en Murcia al mando del general Pierre Soult (1770-1843), hermano del mariscal Jean de Dieu Soult (1769-1851), con el objetivo de exigir una fuerte contribución a las autoridades locales. El día anterior, el Regimiento de Guadalajara, al mando del general Pedro Villacampa y Maza de Lizana (1776-1854), había precipitado su salida de la ciudad, dejándola sumergida en la miseria, y después de haber desarmado a la población durante los ocho días anteriores, extrayendo la artillería, municiones, pólvora y todos aquellos artículos necesarios para una defensa razonable, como eran también sus víveres y caudales. A las tres de la tarde de ese 25 de enero, un destacamento de las tropas imperiales se presentaron en la ciudad en número de un centenar de jinetes a caballo, y pidieron a las autoridades locales 1.200.000 reales de contribución, 400 varas de paño, 3.000 raciones, alojamiento, paja, cebada, pan, vino y legumbres. Al día siguiente el número de jinetes franceses al mando de Soult se elevaba a 600, a la vez que, al frente de un corto destacamento de caballería de un centenar de jinetes, llegó a la plaza desde Espinardo el general Martín de la Carrera (1773-1812), quien se enfrentó con los invasores, que rechazaron el ataque español junto al río Segura en virtud de su superioridad numérica, y tras varias escaramuza, De la Carrera sufrió una emboscada en la calle de San Nicolás (vía que durante algún tiempo llevó su nombre) y cayó muerto.

Relatan las crónicas este hecho de la siguiente forma: "La Carrera se vio rodeado por seis franceses en la calle Vidrieros. Su brazo derribó a dos. El heroísmo de su noble corazón no le consentía ni aun el pensamiento de salvar su vida, entregando su fiel espada al enemigo, y un tiro le alcanzó a dar cerca de la plaza [Nueva] en la calle de San Nicolás. Todavía combatió hasta la muerte, en cuyos brazos cayó como un caballero". Tras este hecho, se produjo un conato de insurrección de la "plebe" y las tropas imperiales dejaron Murcia y retornaron a sus cuarteles en el Reino de Granada.

Tras la derrota de los ejércitos napoleónicos y por el Tratado de Valençay, en marzo de 1814 regresaba de Francia Fernando VII (1784-1833), llamado el "deseado" por unos y por otros el rey "felón", y un mes después se producirá el primer pronunciamiento militar de la historia de España, por parte del general Francisco Javier Elío (1767-1822), citado anteriormente por haber participado en Murcia con el Ejército del Centro y marchado en octubre de 1810 como virrey de Buenos Aires (Argentina). A partir de este golpe de Estado, el monarca derogó la Constitución de Cádiz (la primera del constitucionalismo español), restauró el régimen absolutista monárquico, comenzó un periodo de represión y persiguió a los patriotas liberales, muchos de los cuales también iniciarán el primer exilio político de la historia contemporánea española. Entre otras medidas del rey felón fue restaurar la Inquisición, que había sido abolida por mayoría absoluta por las Cortes de Cádiz en 1812, hasta su abolición definitiva en 1834.

Selección bibliográfica:
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___ Bases de datos sobre las unidades militares en la Guerra de la Independencia española / Juan José Sañudo Bayón. - Madrid : Ministerio de Defensa, Secretaría General Técnica. -2007. - 1 disco CD-ROM
___ Cartografía de la Guerra de la Independencia. - Madrid : Ministerio de Defensa, Secretaría General Técnica, 2008. -548 p.
___ La Guerra de la Independencia en la Región de Murcia. - 1ª ed. - Murcia : Taller de Historia del Archivo General, Ediciones Tres Fronteras, Consejería de Cultura y Turismo, 2009
___ La Cofradía de Jesús : nobleza y clero de Murcia en la Guerra de la Independencia / Vicente Montojo Montojo. - 6 p.

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