El topónimo "La Raya de Santiago" no se puede recuperar porque nunca ha existido / por Al-Furs

A LO LARGO de la historia lo que hoy es la pedanía murciana de La Raya siempre se ha conocido con este topónimo, no con el de La Raya "de Santiago", que es el nombre que aparece en la carta puebla de su "fundación" de mediados del siglo XVI. El origen árabe "Raya" para este lugar y también para identificar la acequia que dicurría por sus tierras (hoy desgraciadamente desaparecida) ha sido estudiado por Robert Pocklington, y de ello ya dimos cuenta en otro artículo anterior. Lo que hoy pretendemos señalar es que si, exceptuamos ese documento jurídico privativo del régimen señorial, cuya transcripción se publicó por vez primera hace tan sólo dos décadas en un estudio de la tristemente fallecida catedrática María Teresa Pérez Picazo, y algún otro del mismo carácter del linaje Puxmarín, en ningún otro documento, ni oficial, ni administrativo ni historiográfico, aparece ese apelativo que hace referencia a la orden santiaguista a la que el poblador del lugar perteneció y quiso añadirle a un topónimo -Raya- preexistente.

Como muestra de lo dicho, traemos aquí el célebre libro del licenciado Francisco Cascales -Al buen genio encomienda sus discursos de la muy noble ciudad de Murcia y de su reyno- que Luis Berós dió a la estampa en 1621, un año muy cercano -historiográfica y generacionalmente hablando- al 1545 de la carta puebla de La Raya. Nombre este que, aún a pesar del estudio del citado y admirado Pocklington, aún desconocemos con toda certeza si se refiere sólo a la acequia o también a una alquería árabe anterior o a ambas a la vez, pero que ya aparecía así reseñado documentalmente para designar la acequia cuarenta años antes del poblamiento llevado a cabo por Puxmarín y su mujer.

En su monumental y gran crónica compilatoria, Cascales no cita nunca "La Raya de Santiago", si no "la Raya", y lo hace para designar el "Mayorazgo" y el "Señorío" de Puxmarín, así como el "Lugar" y la "Iglesia" de este. Así aparece reseñado en el capítulo de su magna y básica obra de la historia murciana bajo el epígrafe "Discursos de los linages", y que citamos según la impresión de Francisco Benedito, de 1775, al tratar el de Avilés (p. 365), el de Guzmán (p. 418), el del propio Puxmarín (p. 455-456) y el de Rocafull (p. 471), que es donde únicamente aparece citada.

El nombre de "La Raya de Santiago" ha sido siempre desconocido no sólo para los propios pobladores o vecinos del lugar sino para la historiografía hasta hace tan sólo dos décadas, y por extensión, para todo el mundo y en todos los tiempos. Es decir, en realidad, nunca ha existido ese topónimo. La hipótesis que planteamos aquí es que nunca, ni tan siquiera en los mismos años que vivió Rodrigo de Puxmarín se designó al lugar -y mucho menos a la acequia- con tal nombre compuesto. Quizá -y como es lógico- porque los pobladores siguieron utilizando el mismo topónimo por el que era ya conocida una acequia, un lugar o un territorio del que aún hoy desconocemos cualquier elemento singular de su estructura, pues el "de Santiago" supondría para los pobladores, cuando menos, un "añadido" pretenciosamente personalista, que además sólo había quedado estampado en el documento notarial del escribano Borobia, y una copia guardada en el archivo de la Casa Puxmarín para ser usado en los pleitos judiciales de este linaje.

Por consiguiente, pretender cambiar a estas alturas el topónimo del pueblo al añadirle el apelativo de la orden religiosa de su "fundador" resulta cuando menos un dislate anacrónico, antihistórico, una pretensión carente de fundamento históriográfico o académico. Pues una cosa es "descubrir" que Rodrigo de Puxmarín quiso que el lugar que pobló tuviera ese nombre y otra cosa muy distinta es que haya sido usado alguna vez por nadie. Y que, por lo tanto, haya "existido" alguna vez.

La Historia, pues, es siempre la que pone a cada uno y a cada cosa en su lugar. Lo demás son desvaríos, hipótesis infundadas, imaginerías. Es como pretender que Puebla de Soto sea renombrada como Pueba de Cascales, porque este fue un nombre anterior, que Murcia recupere el topónimo árabe de Mursiya o que España sea conocida "oficialmente" como Hispania. O denominar al Ferrol del "Caudillo" porque durante cuarenta años así fue denominado. A las cosas, a los lugares... les da el nombre el pueblo, que es el que manda y arrastra, el que tiene el verdadero poder para ello, nunca se las da por decreto o dictado acompañado de improperios de mal gusto.

En fin, que no se puede recuperar lo que nunca existió en realidad, el topónimo La Raya "de Santiago", pues topónimo es el nombre por el que "se conoce" un lugar, el que se utiliza para identificarlo. Ya digo, otra cosa es saber que ese nombre aparece en una carta puebla de 1545. Y punto. Lo demás, repito, puro o simple desvarío, con intereses espurios.

Coda: Una alquería islámica equivale a lugar de población, aldea o pueblo, no a una alquería como especie de cortijo.

2 comentarios:

  1. He de reconocer que el artículo es pero que muy interesante. Mi opinión es que si ni el propio "fundador" del lugar de La Raya pudo en vida, ni sus descendientes tampoco a lo largo de la historia del antiguo régimen, imponerle el de "Santiago", y sus pobladores de todos siglos y épocas siempre la han llamado como siempre se llamó y por la que es conocida La Raya, a cuento de qué cinco siglos después a alguien puede ocurrirsele imponerle un nuevo topónimo.

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  2. No se termina de entender bien cómo alguien que se proclame como contrario al sistema monárquico al mismo tiempo pretenda elevar a mito el apellido Puxmarín, típico representante del sistema señorial de cuasi vasallaje, desconociendo (y por tanto despreciando y osando) a la vez de que se trata, en el caso de La Raya, de un señorío mudéjar, como ya lo venía siendo el que Cascales fundará un siglo antes en La Puebla.

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