Acerca de la primera y única intervención arqueológica en La Raya / Apunte de Al-Fûrs

LA RAYA, Murcia (26 ag. 2009). - Ha sido la primera y única excavación arqueológica llevada a cabo en La Raya, pedanía de la huerta tradicional murciana. No se tiene noticia de ninguna otra. Y fue realizada con motivo de tener que realizarse obras de reparación en su templo parroquial, por lo que, estando este edificio religioso incluido en el catálogo de patrimonio del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Murcia, la Dirección General de Cultura de esta comunidad autónoma consideró oportuno que se llevase a cabo la correspondiente supervisión arqueológica previa. Y esta lo fue durante octubre de 2002 por el arqueólogo murciano Pedro Jiménez Castillo, uno de los más importantes especialistas en arqueología, arquitectura y urbanismo islámico.

Hay tres cosas que llaman poderosamente la atención de esta intervención, según el informe del investigador Jiménez Castillo. Una, que la planta del anterior templo no estaba muy por debajo de la del actual, que se supone construido en el último tercio del siglo XVI, a los pocos años de la puebla auspiciada por el magnate y regidor murciano Rodrigo de Puxmarín y Soto, sino incluso a un nivel más alto. Dos, la gran cantidad de huesos humanos, procedentes, sin lugar a dudas, del cementerio anejo y que fueron depositados bajo el suelo marmóreo en la reconstrucción del templo a finales del siglo diecinueve. Y tres, los restos cerámicos islámicos datados en el siglo de la conquista castellano-aragonesa –XIII- o posteriores.

Es verdad que la planta de la Iglesia de La Raya está elevada sobre un montículo. Cuando aún la plaza mayor no había recibido el primer baño de alquitrán (el primero, junto a la calle Mayor, en la posguerra española), este montículo de tierra era aún más elevado y llegaba su inclinación hasta casi su centro. Esta especie de tolmo pudiera ser artificial, ya que supondría una altura considerable que lo guarnecería de las riadas, al estilo de los malecones. Sería como una isla de salvamento que ya cumpliría su misión en época islámica para los pobladores de una alquería poblada por quienes se beneficiaban del cultivo de unas tierras irrigadas por la acequia Alffors, la tristemente hoy desaparecida Puxmarina, entre otras.

Dejando aparte la segunda consideración, por obvia, la tercera nos lleva al medievo murciano y al actual término de esta pedanía, situada muy cerca del río Segura y que tras el siglo XI se beneficiaría de un sistema hidráulico en un valle que ya venía siendo poblado antes de nuestra era. Primero, junto al cauce fluvial, y en época islámica formando parte ya del principal emporio agrícola de al-Andalus (siglos XII-XIII), época de esplendor del Reino Islámico de Murcia.

Si el primer y principal documento escrito castellano murciano –el Libro Becerro- ofrece el topónimo árabe Alffors para significar tanto a la acequia hija de la Alquibla (Barreras) que nace en el paraje de El Palomar (La Boquera) como a la alquería cercana a la misma, podemos pensar que en este término hubo una previa población islámica, con un topónimo propio (los persas, según los estudios de Pocklington), en cuyo lugar podría haberse levantado una mezquita, o la casa señorial de la alquería musulmana, una torre o pequeña fortaleza (hisn), sobre la que después se construiría el templo cristiano. El profesor Juan Torres Fontes ya señaló en sus estudios del repartimiento alfonsí la existencia de dos torres cercanas a la acequia Alffors.

Dejando ahora otras características históricas del siglo XIII y posteriores, pasamos a expresar la importancia de esta “supervisión” arqueológica en La Raya, y señalar que esta pudo haberse ampliado si desde esta pedanía se hubiera tramitado –sólo un simple trámite burocrático administrativo- la petición de subvención económica para permitir continuar por un tiempo más la intervención arqueológica. Pues la oportunidad lo requería, sin duda alguna.

El propio Jiménez Castillo, en su obra Siyasa (2007), resalta la importancia que tiene la arqueología de los espacios hidráulicos, al señalar que las investigaciones sobre Sharq al-Andalus enfatizan el papel que desempeñaron los sistemas de riego en el medio rural, vinculándolos con un modelo de población basado en alquerías que se articulaban en partidos territoriales encabezados por husûn, que constituían los puntos fuertes de defensa comunitaria de unos grupos con cohesión interna basada en vínculos de tipo tribal y clánico.

Jiménez Castillo nos habla también en su obra del descubrimiento de estos espacios hidráulicos como fuente histórica, porque al aprovechar recursos estables se han mantenido muy poco cambiantes a lo largo del tiempo. La alquería (qarya) sería la célula más pequeña de población rural y la “lógica que determina su desarrollo permite su análisis como resto arqueológico de la sociedad que los diseñó y utilizó”. En el caso de La Raya y en la mayor parte de la huerta milenaria murciana diriamos ahora "se habían mantenido", pues en los últimos meses se está llevando acabo la práctica desaparición del sistema hidráulico murciano y arquitectura civil anexa, con el que se borra así para siempre el elemento para su conocimiento histórico, económico, social y cultural.

La antigua Alffors –posteriormente, Puxmarina- ha sido durante más de medio milenio uno de los principales enclaves poblacionales de una vega, que a partir de la fundación de Mursiya en el siglo VIII ha venido siendo epicentro de este antiguo reino.

No sólo el estar junto a la ribera del viejo Thader y su sistema hidráulico islámico, sino el hecho de que la atravesará el Camino Real de Andalucía, que de vía secundaria pasó a ser de primer orden en al-Andalus, la hizo un punto estratégico. Los molinos sobre su sistema hidráulico han sido destruidos recientemente, principalmente el de Puxmarina, sin que se llevara a cabo ninguna intervención ni supervisión arqueológica, y, ahora, desconocemos si la ha habido cuando las mismas autoridades que permitieron aquellos expolios a la historia y a la cultura, a los bienes inmuebles comunes a todos, han decidido hacer ese “mini parque temático arqueológico” en el puente situado tras la toma de la acequia Puxmarina.

Es de creer que los alarifes de ahora son útiles para las obras que se llevan a cabo que pueden afectar a la historia y la cultura, pero tan útiles son las intervenciones, o cuando menos “supervisiones” arqueológicas sobre ellas, especialmente cuando los documentos materiales suplen las grandes lagunas textuales de un periodo tan sustancial como casi un milenio de presencia islámica en un territorio como el murciano y, en extensión, el peninsular, que lo hace sui géneris en la historia de Europa y del Mediterráneo.


Foto: Alquería islámica y torre Bofilla, una de las numerosas que rodeaban y defendían la ciudad de Valencia.

2 comentarios:

  1. Excelente apunte, amigo al-Furs. Muchas gracias.

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  2. eso donde esta exactmente?

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